Al observar al primer obrero, se dio cuenta de que no paraba de negar con la cabeza. Parecía molesto y enfadado. Sin embrago, el pequeño se armó de valor y le preguntó:
- ¿Qué está usted haciendo?”
El albañil, incrédulo, lo miró despectivamente y le respondió:
- Qué pregunta más estúpida es esa…¿Acaso no lo ves? ¡Estoy poniendo ladrillos!
Aquella respuesta no fue suficiente para el niño. Por eso se dirigió al segundo operario, cuya mirada irradiaba resignación e indiferencia. De ahí que en esta ocasión el chaval tratara de actuar con algo más de precaución:
Aquella respuesta no fue suficiente para el niño. Por eso se dirigió al segundo operario, cuya mirada irradiaba resignación e indiferencia. De ahí que en esta ocasión el chaval tratara de actuar con algo más de precaución:
- Perdone que le interrumpa, señor- dijo el chaval con cautela. - Si es tan amable, ¿me podría decir qué está usted haciendo?. Cabizbajo, el albañil se limitó a contestarle:
- Nada importante. Tan solo estoy levantando una pared
Finalmente, el niño se acercó hasta el tercer obrero, que estaba silvando alegremente. Era evidente que estaba disfrutando de su tarea. Tanto es así que el chaval se acercó con más tranquilidad y confianza. Y nada más verlo, el albañil le saludó:
Finalmente, el niño se acercó hasta el tercer obrero, que estaba silvando alegremente. Era evidente que estaba disfrutando de su tarea. Tanto es así que el chaval se acercó con más tranquilidad y confianza. Y nada más verlo, el albañil le saludó:
- ¡Buenos días, jovencito! ¿Qué te trae por esta obra?
- Buenos días, señor -dijo el chaval con timidez-. Tengo mucha curiosidad por saber qué está usted haciendo.
Aquel comentario provocó que el operario irradiara una enorme sonrisa. Y, con cierto tono de satisfacción, le respondió:
[Cuento extraído del libro "El Sintentido Común", de Borja Villaseca. P. 235-236]
No hay comentarios:
Publicar un comentario